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                                                             Cuando entre penumbras

 

Cuando entre penumbras miro a la nada y mis ojos parecen como clavados en tu imagen durmiente, estoy, en realidad, mirando a mis adentros.

 

Cuando fijo mi mirada en el fondo de mi alma y la noche me rodea descubro, nueva y tristemente, que sigo siendo un crío. No he crecido; sigo siento un animal exótico en la jungla de concreto, asustado, agobiado, perdido. Han pasado muchas primaveras y ninguna de ellas ha respondido a mis preguntas. Aún me sangran las mismas heridas.

 

Río y lloro ante esta gran verdad mientras miro tu pecho elevarse con tu respiración tranquila y me pregunto adónde han ido todos mis años, los veranos, los otoños… Mi piel no es tan tersa como antes, mi mirada se ha opacado con el tiempo y mi cuerpo es menos ágil, mas mis miedos no han envejecido conmigo.

 

Miro desde la penumbra y me escondo en ella porque allí nadie me busca. En la oscuridad nadie trata de descifrar el mensaje en mi mirada, el vacío que la llena. En el medio de la noche, mientras todos duermen, puedo ser quien soy y puedo ser cualquier otro. En medio de la noche puedo sentirme triste por no ser diferente, por no ser quien quisieras que fuera. La noche me protege y esconde mis lágrimas de crío, confundiéndolas con la lluvia, con nuestro sudor al amarnos en silencio. La mano fría de la noche acaricia mis mejillas en las horas tardías, secándome las lágrimas mientras me mece en su negro manto. Allí, en medio de la oscuridad, cuando todos duermen y el silencio todo lo devora, es cuando veo mi alma con la claridad abrumadora de la verdad.

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